Hace unos dos meses la Ministra tenía por el norte un acto público al que concurrió el presidente de la Plataforma Nacional de Afectados por la Ley de Costas, José Pedro Fernández, junto con otros afectados. Llevaban una pancarta, creo. La cosa era en el campo. Se acercó un policía, les preguntó si querían hablar con la Ministra, dijeron que sí y tuvieron un encuentro, pero el cambio de pareceres fue decepcionante, o más bien no hubo cambio de pareceres.-Voy a hablar con alguien del gabinete, pero no les prometo nada.
El personaje desapareció y a los pocos momentos los afectados recibieron una visita, pero no era la Ministra, ni el gabinete, sino diez policías nacionales como diez torres. Los tipos se acercaron, más chulos que una cuadrilla de toreros en celo, y les ordenaron que salieran inmediatamente del hotel, advirtiendo que como se pusieran tontos irían al calabozo.
Sí, sí. Sin bromas. Los pobres agacharon la cabeza y se quitaron de en medio con las tripas revueltas por la repugnancia. Toda una vida como personas de bien para que esos tipos con placas, porras y pistolones los trataran como escoria. Conozco a José Pedro y a los que lo acompañaban. El se dedica a hacer montajes eléctricos, una de sus primas vende pan, un compañero tiene vacas y fabrica yogur. Nadie te puede echar del vestíbulo de un sitio público como un hotel, excepto el dueño si estás armando bronca y la policía por razones de seguridad. No se daba ni una condición ni la otra. Aquellas personas eran los trabajadores que pagan con su esfuerzo, sus madrugones, su honestidad y sus impuestos los sueldos de esos ministros y esos policías, y son por tanto dignos del mayor respeto.
Creo que no se dio cuenta cuando me escribía esa cosa. Un Ministro no puede prohibirle a un ciudadano que critique a equipos anteriores o lo que le dé la gana. No tiene más remedio que tolerarlo, son las reglas del juego.
Después le volví a pedir audiencia. Está en un blog anterior. Nada de nada. Ella recibe a otros colectivos, no a nosotros. A nuestros enemigos internos las intrigas y los sabotajes les funcionan de maravilla.
A mí también se me revuelven las tripas ante lo que pasó el otro día en Oviedo, pero procuro no ponerme tenso porque sé que a todos éstos la historia les va a pasar por encima. Y también a los patosos que fingen ser compañeros de trinchera y nos acuchillan por la espalda.José Pedro, Blanca, José Luis, Isabel y todos los que estaban ese día se tragaron un marrón por todos los afectados de España y todos deberíamos estarles agradecidos. El calificativo más apropiado que se me ocurre para ellos es el de héroes populares. Héroes de la paciencia, la honestidad y el civismo. Es muy duro esto de tragarse las humillaciones de unos tíos machotes armados hasta los dientes que pueden hacer contigo lo que quieran aunque tú no hayas hecho nada. Claro que, bien pensado, a lo mejor los trataron tan mal por lo que decía la pancarta:
Son José Pedro, sus compañeros y los ciudadanos como ellos los que por fortuna sostienen el país. Son lo que hace que España merezca la pena. Ellos y no esas emperatrices de opereta capaces de ceder a la espantosa tentación de utilizar a las fuerzas de orden público para ofender y humillar a personas inocentes de todo mal. Los malos gobernantes pasarán y cuando nadie los recuerde los ciudadanos seguiremos adelante, construyendo un país libre y digno.



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