Conozco áreas muy extensas plagadas de terrenos demaniales que fueron dados en concesión en los años treinta. A la primera de cambio no me parecía una situación muy de recibo, pero en su momento alguien me dio alguna explicación. No podemos juzgar el pasado con los ojos de hoy, esto es cierto. Y en aquel pasado, según me explicaban, el Estado no tenía un real y en vez de inventar una Agencia Tributaria como Dios manda puso a producir sus terrenos mediante, entre otras cosas, las concesiones onerosas en el dominio público. Recordé que en cuarto de derecho, en esa asignatura tan poco apetitosa como era la Hacienda Pública, había aprendido que en tiempos más o menos remotos una de las fuentes de financiación del Estado era el arrendamiento de las encañizadas del Mar Menor. Sonaba chusco incluso en aquellos tiempos de Universidad, ya lejanos. Pues no veas ahora.
Bien, bien… En aquella época el Estado se financiaba con arrendamientos y cánones, imagino que entre otras cosas. Hoy desde la sociedad esa situación se ve anacrónica y no se comprende. Y desde los afectados se aprecia la fecha del 2018 entre llanto y rechinar de dientes, de nuevo la escenificación de esa frase castellana tan rotunda que afirma que se acabó el carbón.
2018 es cortante como una cuchilla e inapelable como una sentencia del Tribunal Supremo. Los afectados están cabizbajos y resignados, dejando que pase el tiempo e intentando agotar de buena manera estos últimos años.
Pues veréis… En una playa por ahí perdida hay un hotel. Suelo ir a ese hotel, pequeño y familiar, una o dos veces al año. Es una concesión que también se va a perder en la fecha fatídica. Los dueños me pidieron ayuda y me puse a estudiar una solución. Y la he encontrado el otro día, mientras volaba hacia Fuerteventura. La solución vale para todos los que están igual, ya sean viviendas o restaurantes. No es una panacea, pero sí un camino para luchar de forma totalmente razonable en derecho por esos inmuebles. Así que creo que voy a abrir un frente nuevo. Para estas personas y para las otras que se enfrentan con un problema igual.
Es curioso, lo único que hace falta es saber leer. Todo está ahí, en la ley. Pero lo normal es que estemos ciegos. Esto es lo que me gusta de esta profesión. El desafío de prevalecer sobre tu rival solo con la fuerza del pensamiento y la palabra
José Ortega
No hay comentarios:
Publicar un comentario