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miércoles, 8 de octubre de 2008

Acudir a Europa para que se haga lo justo

ALFREDO MASÖ
Presidente de la Asociación Litoral de Arenales
Informacion Tribuna




El caso Winslow», película de David Mamet, de 1999, es una de esas películas que sin tener una comercialización intensiva, al estilo de las su- perproducciones de Hollywood, ha ido abriéndose paso por el viejo estilo del boca a boca hasta acabar siendo reconocida como una obra, si no maestra, sí de «culto», de autor, y una de las primeras que dio a conocer a este (reputado) director, ganador de un premio Pulitzer de teatro.
Existen unas pocas películas que, además de tener el mérito de entretener, por narrar adecua- damente una historia, trascien- den y acaban siendo citadas, o bien por la brillantez de sus diá- logos, o, incluso, por la calidad de su «pensamiento». Todos tenemos algunas de éstas en la me- moria, que atesoramos para verlas una y otra vez, porque, al igual que sucede con los buenos libros, aprendemos de ellas en cada ocasión. Por lo que a mi respecta, la que he citado de «El ca- so Winslow», «Matar a un ruise- ñor» y, más recientemente, «Candidata al poder», son algu- nas de las que incluyo en este tide películas que, al acabar de verlas, parece que nos anima a ser un poco mejores.
En «El caso Winslow» se relata un hecho verídico ocurrido en la Inglaterra de principios del siglo XX, poco antes de la primera Guerra Mundial. Estamos en la Inglaterra victoriana que sigue siendo la primera potencia mun- dial, tanto militar como económi- camente y en la que las tradicio- nes, y un comportamiento hono- rable,son requisitos indispensa- bles de la vida social respetable.
Un joven cadete de la Academia Naval de la todopoderosa Marina Real Inglesa, el joven Winslow, apenas un niño aún, es acusado de haber sustraído una pequeña cantidad de dinero a un compa- ñero. La dirección militar de esa escuela le expulsa con deshonor tras examinar las pruebas y los testigos.
Al ser interrogado por su pa- dre, el cadete afirma que lo que se le imputa es falso. El padre le cree y solicita al Almirantazgo un juicio adecuado en el que pueda defenderse para que, si se de- muestra inocente, se le reponga en su honor. El Almirantazgo se niega y lo desprecia por insignifi- cante. El padre insiste, busca la ayuda de un diputado de la oposi- ción, el líder a la sazón de la misma (¡que brillantez la del actor en su interpretación de un caballero inglés, frío e inexpresivo en sus emociones, pero absolutamente profesional y decidido en sus opiniones!). Éste se hace cargo del caso y solicita el juicio.
Tras una denodada lucha por que se le reconozca el derecho a tener un juicio con las máximas garantías,
éste se celebra y lo gana. La hermana del acusado le fe- licita y se asombra al ver que el caso ha emocionado a este frío caballero. La respuesta de éste es de las que debería estudiarse en una facultad, en cualquiera de ellas, «dejarse guiar por las emo- ciones en un caso es un error, puesto que éstas impiden un análisis riguroso y objetivo de la situación, que es la única forma de alcanzar la verdad y ganarlo», y continua, «si me he emociona- do es porque se ha hecho lo jus- to», «¿lo justo, no la justicia?», replica ella.«Hacer justicia es fácil, lo que es difícil es hacer lo justo», contesta él. Fin de la historia.
Siento si les he contado la película la, pero viene a cuento.


DIEGO FOTÓGRAFOS
Todos somos conscientes, en el fondo, sobre esta sutil distinción. Un Estado aprueba una Ley, los tribunales la aplican. Se ha hecho justicia. Incluso en Estados ab- yectos, como el de Franco, Hitler, Stalin, Mao, y algunos actuales, se hacía justicia. Se dictaban le yes que los tribunales estudiaban y aplicaban. En España, y en esta
misma semana, tenemos un ex- celente ejemplo de la distinción anterior. La actual ministra de Medio Ambiente, en una entre- vista, declara que «estamos ganando en los tribunales los recur- sos presentados por los afectados por la Ley de Costas, y aplicaremos la Ley de Costas».
Aunque estamos hartos de re- petirlo, lo haremos una vez más. El problema está en esta Ley y la forma en la que se está aplican- do. Esta Ley se aplica con carácter retroactivo sobre propiedades le- gítimamente adquiridas antes de que se aprobara dicha normativa.
Por esa aplicación escandalosa de la legislación se van a quitar las propiedades a decenas de miles de familias de ciudadanos espa- ñoles (en esto, seguimos siendo súbditos para la Administración) y europeos (qu e ingenuamente confiaron en que este país respe- taba el derecho de propiedad).
También en esta semana, un correveidile (supongo que aboga- do) de la oficina del Defensor del Pueblo, y tras reconocer él mis- mo que la respuesta que da a los afectados de la Ley de Costas (que acudimos a esa instancia pa- ra que nos ampare frente a los abusos de la Administración) pa- recería que proviene de la oficina
del Defensor de la Administra- ción, afirma, orgullosamente, que él está allí para defender los intereses del pueblo y los intere- ses generales y no los de unos ciudadanos concretos. Asombro- so.
Sin embargo, y de nuevo en es- ta misma semana de finales de septiembre, la Comisión de Peti- ciones del Parlamento Europeo ha emitido un informe en el que declara, punto 24 (páginas 10 y 11 del informe del 10.9.2008) que «Reitera su compromiso de de- fender el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos de la UE a la propiedad privada legal- mente adquirida y condena todo intento de despojar a las familias de sus propiedades sin un proce- so justo, compensación adecua- da, ni respeto por su integridad personal¼y observa un incre- mento del número de peticiones recibidas sobre este mismo asun- to, en particular en 2007 por lo que respecta a España¼».
Desgraciadamente para miles de familias en España, acudir a Europa sigue siendo, como en los viejos tiempos, el único medio para «que se haga lo justo».

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